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martes, 4 de febrero de 2020

Nazismo: Jojo Rabbit (2019)

El adoctrinamiento nazi contado por un niño de 10 años


Por Diana Wang || Infobae




El Holocausto, como experiencia social y humana, sigue siendo irrepresentable. Nada de lo que se haga o muestre será lo que fue. Por otra parte, ¿acaso hay alguna experiencia humana que puede ser representada o replicada fuera de la experiencia en sí? ¿Cómo representar un estornudo y transmitir exactamente lo que es? Ante esta imposibilidad no es de extrañar que los protagonistas, los que han vivido la Shoá, puedan sentirse subvertidos frente a una de sus representaciones. Los films y testimonios audiovisuales que pretenden “ser”, hacen agua. De la única manera en que la experiencia puede ser transmitida sin perder su esencia es cuando es transformada de manera artística de modo que nos toque emocionalmente.

Taika Waititi (né Cohen) creó un guión de un film que dirigió, a partir de una novela de Christine Leunens, Caging Skies (Cielos enjaulados).

Johan -Jojo- tiene 10 años y está muy excitado porque comenzará su entrenamiento en el campamento de verano de la Juventud Hitleriana. Ensaya frente al espejo su postura y su “heil Hitler” intentando darle el aire apropiado de firmeza y fuerza para que su uniforme caqui y sus atributos sean enaltecidos. Viene en su ayuda un Hitler de pacotilla, un adulto con un uniforme similar y sus bigotes característicos pero que se comporta como si tuviera 10 años, igual que Jojo. Es que es un amigo invisible con quien dialoga y se motiva. ¿Cómo imaginar que este planteo pueda ser un film que conmueva, que informe y que transmita algo de lo que sucedió? Y sin embargo lo logra y con creces.

La mirada de Jojo ha permanecido aparentemente incontaminada gracias al esfuerzo de su madre por mantenerlo lejos, -una Scarlett Johansson soberbia-. Esa inocencia nos permite adentrarnos en el universo del adoctrinamiento nazi que hizo posible que el pueblo alemán, un poco como Jojo, se entregara a la ordalía de sangre y fuego que terminó con su propia destrucción.



Jack Fuchs se preguntaba cómo había sido posible que las madres alemanas entregaran con felicidad a sus hijos a la guerra, cómo había sido posible que los enviaran a la muerte con alegría y orgullo. La tan poderosa maquinaria propagandística desplegada lavó el cerebro a la mayoría del pueblo alemán, como a Jojo, que cree lo que le han enseñado en la escuela. ¿Por qué no creerlo? ¿Acaso los adultos no saben más que los chicos? ¿No es la educación impartida por padres y maestros el camino para crecer y hacerse grandes?

La credulidad de Jojo no es solo la esperable en la infancia sino también, y esa es la parte más terrible, la de la masa que confía en sus gobernantes y toma por cierto lo que provenga de ellos porque el contrato social está basado en la confianza en nuestros gobernantes en quienes hemos delegado nuestra representación.

Taika Waititi (né Cohen) construye a partir de esta confianza y credulidad un relato en el que el horror del Holocausto nos es ahorrado igual como le fue ahorrado a la gente común. Nos muestra nazis que son una parodia de sí mismos, así como podrían ser vistos por un chico de 10 años que no alcanza a darse cuenta de lo que de verdad está pasando. Cuando descubre a Elsa, la jovencita judía que su madre oculta en el desván al estilo de Ana Frank, se pega un susto mayúsculo. Los judíos eran para él la malevolencia en persona y debe revisar, con resistencia al principio, todo lo que hasta ese momento daba por cierto. Elsa no tiene cuernos ni es monstruosa ni se desayuna con la sangre de niñitos cristianos. Jojo decide investigar cómo son los judíos porque parecen no ser como le habían contado que eran.

El film comienza en tono de parodia pero va cambiando de registro aunque no de frescura a medida que la derrota del nazismo derrumba todas las convicciones que Jojo -los alemanes- tenía sobre la pretendida superioridad “aria”, la inevitabilidad del triunfo de Alemania y el Reich de los mil años prometido por Hitler.


Aunque en tono de parodia, todo lo que muestra de un modo que parece ligero, sucedió. Los campamentos de adoctrinamiento con las pruebas de crueldad a las que se sometía a los chicos que debían matar con sus manos a un pequeño animalito. Los contenidos impartidos en la escuela sobre la condición judía y sobre las características de los judíos. El lugar de las niñas entrenadas como procreadoras seriales de niñitos “arios”. La utilización de los niños como último y desesperado recurso en las últimas horas de la guerra enviados al suicidio en la lucha contra los “terribles” rusos y norteamericanos. La resistencia de los alemanes que se atrevieron a oponerse con sabotajes y proclamas y el castigo que recibían en el ajusticiamiento público tendiente a desmoralizar a sus posibles imitadores. Todo eso sucedió.

La película está bordada con comentarios irónicos. Por ejemplo, caminando por el idílico pueblo en el que viven, ya destruido al final de la guerra, Jojo y su amigo Yorki comentan que están todos en contra, los ingleses, norteamericanos, rusos, franceses, y que solo los japoneses están a favor, “y ni siquiera parecen arios”, dice Yorki.

No sabemos mucho de la historia de Jojo, solo que había una hermana que murió y un papá que tal vez esté luchando en alguna resistencia o que tal vez ya murió. Tampoco sabemos de Elsa pero se supone que solo ella quedó de su familia. Al final Jojo y Elsa, huérfanos y solos nos dejan con la pregunta de cómo seguirán, de qué vivirán, dónde. Como ha quedado la humanidad toda preguntándose cómo fue posible y cómo seguir.

Scarlett Johansson seduce con esa mamá que se opone al nazismo pero lo oculta ante su hijo para no ponerlo en peligro. Taika Waititi (né Cohen) dirige el film y protagoniza al Hitler amigo imaginario con frescura y desenfado. Todos los actores colaboran en dar la imagen de parodia sazonada con el sobreentendido de que “hacemos como que no es pero fue así”.

No hay ninguna imagen morbosa, nada del horror que podría haberse desplegado y sin embargo es todo claro y obvio y agradecemos que nos lo cuenten confiando en nuestra capacidad de comprensión y conocimiento.

Un último comentario sobre la identidad de Taika Waititi (né Cohen), hijo de padre judío y madre neozelandesa, que tomó los personajes de la novela de Leunens y los recreó. Parece que la novela tiene un tono trágico centrado en la relación entre Jojo y Elsa, el niño nazi fanático y la jovencita judía escondida y los sigue a lo largo de los años. La película toma a los personajes pero se ubica en los últimos momentos del nazismo, cuando todas las supuestas verdades se derrumban y Jojo y el pueblo alemán deben confrontarse con las mentiras.

Waititi creó un film en el que algunas de las verdades más duras del nazismo se dicen con amabilidad y frescura y, básicamente, con la confianza de que los espectadores entenderán perfectamente de qué se trata.

viernes, 29 de abril de 2016

SGM: Kolberg (1945)

Kolberg, la película con la que Goebbels quería ganar la guerra 
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Javier Sanz — Historias de la Historia


El cine, como cualquier otro medio de masas, por ser precisamente un arte enfocado al gran público, es uno de los métodos más sencillos de hacer llegar cualquier idea al mayor número de personas posibles. Este hecho, ha convertido al cine en un arma a favor de todos aquellos que pretenden influir, de una manera u otra, en los espectadores. Uno de los que sacó mayor provecho del cine fue el movimiento nacionalsocialista que, bajo la mano del ministro de propaganda Joseph Goebbels, promovió la producción de una larga lista de películas cuyo principal objetivo era el propagandístico. Goebbels creía que el cine era un potente motor de propaganda, poniendo, a pesar de las diferencias ideológicas, como ejemplo de su teoría El acorazado Potemkim..

hasta el más indiferente se vuelve bolchevique después de verlo (Goebbels).
Durante el gobierno de Hitler y el partido nazi se produjeron decenas de películas, pero nos centraremos en la última: Kolberg (Veit Harlan, 1945).

Kolberg (1945)
Kolberg (1945)
Durante las Guerras napoleónicas, la confrontación del pueblo contra el ejército francés y el propio Napoleón, así como la lucha contra las diversas ocupaciones de éste en muchos territorios, se convirtieron en la semilla de numerosos nacionalismos a lo largo y ancho de Europa. Por lo que no es de extrañar que, en ciertas ocasiones, se recurra al cine ambientado en esta época para mostrar momentos de resistencia frente al opresor napoleónico, con el fin de hacer renacer un sentimiento que se había perdido… en este contexto se enmarca la película Kolberg. En ella, se narra la ferviente resistencia del pueblo alemán de Kolberg frente al ejército francés. Opiniones artísticas aparte, la principal intención de esta película es la de transmitir al público un mensaje directamente relacionado con la situación del país, ya que Goebbels pretendía levantar el ánimo del pueblo alemán con la intención de resistir una vez más al invasor extranjero. Es interesante ver como se recoge un hecho histórico y se adapta para que transmita el mensaje apropiado. Sin ir más lejos, los sucesos acontecidos en 1806 fueron ligeramente maquillados; por ejemplo, al final de la película los habitantes de Kolberg logran que el enemigo levante el asedio, sin embargo, los franceses llegaron a entrar en el pueblo, y solo se retiraron cuando el rey de Prussia firmó el armisticio con Napoleón.



Respecto al contexto de la producción, si bien se afirma que la película se estaba preparando desde 1942, no fue hasta junio de 1943 cuando Goebbels tuvo la idea de realizarla, un momento en que la guerra había dejado de ir bien para el III Reich y los bombarderos aliados empezaban a desmoralizar al pueblo alemán. Veit Harlan, un fiel cineasta del régimen nazi, se encargó de rodar una película destinada directamente a todo el espectro de la población de Alemania, no solo a los soldados, sino a todos sus habitantes, para que hincharan el pecho de nuevo con orgullo de pertenecer a la gran nación alemana. En ningún momento hubo una intención muy clara de narrar una historia concreta, sino un único objetivo: transmitir un mensaje relacionado directamente con la situación en la que se encontraba el país. Y Goebbels estaba convencido de que aquella película podría hacer más por el desarrollo de la guerra que cualquier arma. Incluso, para demostrar todavía más sus intenciones, el estreno mundial, celebrado a finales del mes de enero de 1945, fue en la fortaleza de La Rochelle, donde un destacamento alemán estaba asediado como lo estuvieron los habitantes de Kolberg. La respuesta fue positiva, a juzgar por un mensaje del jefe de la plaza, ya que las tropas que vieron la copia —lanzada en paracaídas sobre la fortaleza— demostraron un aumento de la moral y de su confianza. A pesar de la creencia del ministro de Propaganda, el film no salvó a la Alemania nazi.

Aunque la carrera comercial de Kolberg no fue muy fructífera, Goebbels nunca dejó de creer en ella. Así que el 17 de abril de 1945, con los rusos a las puertas de Berlín y con la derrota nazi sentenciada, invitó a los pocos fieles que le quedaban a una proyección de esta película. Sin embargo, a pesar del mensaje de resistencia, quince días después de verla Goebbels no dudaría en quitarse la vida junto a su esposa y sus hijos, como lo había hecho su querido Führer un día antes.

Colaboración de Francesc Marí Company

domingo, 27 de septiembre de 2015

Nazismo: Tag der Freiheit: Unsere Wehrmacht (1935)



Tag der Freiheit: Unsere Wehrmacht (1935)

Tag der Freiheit fue dada por perdida al final de la Segunda Guerra Mundial, pero en los años 1970 fue descubierta una edición incompleta del documental. Las imágenes preservadas muestran que Riefenstahl principalmente retomó el enfoque que utilizó en El triunfo de la voluntad (1934), aunque ciertas secuencias más expresionistas presagian claramente el estilo más audaz que adoptaría en Olympia (1938).



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