viernes, 18 de diciembre de 2020

Documental: Operaciones del British Army en Irlanda del Norte en 1976

Irlanda del Norte: un informe Panorama de la BBC de 1976 que analiza las operaciones del ejército británico en el sur del condado de Armagh. Terminando con una entrevista con el entonces primer ministro Harold Wilson.

 

miércoles, 16 de diciembre de 2020

Иди и смотри (Pasen y vean): La mejor película de guerra de la Historia

En bielorruso, con posibilidad de subtítulos en alemán: ninguna de las dos son buenas noticias. Película entera, 2 horas 17 min. Dirigida por Elem Klímov, esta filmada para la perspectiva del realismo puro. Incluso las armas grandes que se disparan en la película lo hacen con munición real. Relata la vida de campesinos bielorrusos devenidos en guerrilleros luego de la invasión nazi. Como mucho del cine soviético es una película profundamente reflexiva y psicológica centrada en la vida de Florya, un jovencito sujeto a todo el stress de la guerra y la ocupación alemana. La escena de la destrucción de la villa bielorrusa se extediente desde la 1h29m hasta 1h58m es parte de la historia del cine. Toda la película es un extenso stress post-traumático. La desolación es completa.

miércoles, 11 de marzo de 2020

Hacia las costas de Iwo Jima (documental, 1947)




Creadores: Department of the Navy. Office of the Chief of Naval Operations. Naval Observatory. 1942-9/18/1947
Series: Navy Motion Picture Film Productions, ca. 1939 - ca. 1947

martes, 4 de febrero de 2020

Nazismo: Jojo Rabbit (2019)

El adoctrinamiento nazi contado por un niño de 10 años


Por Diana Wang || Infobae




El Holocausto, como experiencia social y humana, sigue siendo irrepresentable. Nada de lo que se haga o muestre será lo que fue. Por otra parte, ¿acaso hay alguna experiencia humana que puede ser representada o replicada fuera de la experiencia en sí? ¿Cómo representar un estornudo y transmitir exactamente lo que es? Ante esta imposibilidad no es de extrañar que los protagonistas, los que han vivido la Shoá, puedan sentirse subvertidos frente a una de sus representaciones. Los films y testimonios audiovisuales que pretenden “ser”, hacen agua. De la única manera en que la experiencia puede ser transmitida sin perder su esencia es cuando es transformada de manera artística de modo que nos toque emocionalmente.

Taika Waititi (né Cohen) creó un guión de un film que dirigió, a partir de una novela de Christine Leunens, Caging Skies (Cielos enjaulados).

Johan -Jojo- tiene 10 años y está muy excitado porque comenzará su entrenamiento en el campamento de verano de la Juventud Hitleriana. Ensaya frente al espejo su postura y su “heil Hitler” intentando darle el aire apropiado de firmeza y fuerza para que su uniforme caqui y sus atributos sean enaltecidos. Viene en su ayuda un Hitler de pacotilla, un adulto con un uniforme similar y sus bigotes característicos pero que se comporta como si tuviera 10 años, igual que Jojo. Es que es un amigo invisible con quien dialoga y se motiva. ¿Cómo imaginar que este planteo pueda ser un film que conmueva, que informe y que transmita algo de lo que sucedió? Y sin embargo lo logra y con creces.

La mirada de Jojo ha permanecido aparentemente incontaminada gracias al esfuerzo de su madre por mantenerlo lejos, -una Scarlett Johansson soberbia-. Esa inocencia nos permite adentrarnos en el universo del adoctrinamiento nazi que hizo posible que el pueblo alemán, un poco como Jojo, se entregara a la ordalía de sangre y fuego que terminó con su propia destrucción.



Jack Fuchs se preguntaba cómo había sido posible que las madres alemanas entregaran con felicidad a sus hijos a la guerra, cómo había sido posible que los enviaran a la muerte con alegría y orgullo. La tan poderosa maquinaria propagandística desplegada lavó el cerebro a la mayoría del pueblo alemán, como a Jojo, que cree lo que le han enseñado en la escuela. ¿Por qué no creerlo? ¿Acaso los adultos no saben más que los chicos? ¿No es la educación impartida por padres y maestros el camino para crecer y hacerse grandes?

La credulidad de Jojo no es solo la esperable en la infancia sino también, y esa es la parte más terrible, la de la masa que confía en sus gobernantes y toma por cierto lo que provenga de ellos porque el contrato social está basado en la confianza en nuestros gobernantes en quienes hemos delegado nuestra representación.

Taika Waititi (né Cohen) construye a partir de esta confianza y credulidad un relato en el que el horror del Holocausto nos es ahorrado igual como le fue ahorrado a la gente común. Nos muestra nazis que son una parodia de sí mismos, así como podrían ser vistos por un chico de 10 años que no alcanza a darse cuenta de lo que de verdad está pasando. Cuando descubre a Elsa, la jovencita judía que su madre oculta en el desván al estilo de Ana Frank, se pega un susto mayúsculo. Los judíos eran para él la malevolencia en persona y debe revisar, con resistencia al principio, todo lo que hasta ese momento daba por cierto. Elsa no tiene cuernos ni es monstruosa ni se desayuna con la sangre de niñitos cristianos. Jojo decide investigar cómo son los judíos porque parecen no ser como le habían contado que eran.

El film comienza en tono de parodia pero va cambiando de registro aunque no de frescura a medida que la derrota del nazismo derrumba todas las convicciones que Jojo -los alemanes- tenía sobre la pretendida superioridad “aria”, la inevitabilidad del triunfo de Alemania y el Reich de los mil años prometido por Hitler.


Aunque en tono de parodia, todo lo que muestra de un modo que parece ligero, sucedió. Los campamentos de adoctrinamiento con las pruebas de crueldad a las que se sometía a los chicos que debían matar con sus manos a un pequeño animalito. Los contenidos impartidos en la escuela sobre la condición judía y sobre las características de los judíos. El lugar de las niñas entrenadas como procreadoras seriales de niñitos “arios”. La utilización de los niños como último y desesperado recurso en las últimas horas de la guerra enviados al suicidio en la lucha contra los “terribles” rusos y norteamericanos. La resistencia de los alemanes que se atrevieron a oponerse con sabotajes y proclamas y el castigo que recibían en el ajusticiamiento público tendiente a desmoralizar a sus posibles imitadores. Todo eso sucedió.

La película está bordada con comentarios irónicos. Por ejemplo, caminando por el idílico pueblo en el que viven, ya destruido al final de la guerra, Jojo y su amigo Yorki comentan que están todos en contra, los ingleses, norteamericanos, rusos, franceses, y que solo los japoneses están a favor, “y ni siquiera parecen arios”, dice Yorki.

No sabemos mucho de la historia de Jojo, solo que había una hermana que murió y un papá que tal vez esté luchando en alguna resistencia o que tal vez ya murió. Tampoco sabemos de Elsa pero se supone que solo ella quedó de su familia. Al final Jojo y Elsa, huérfanos y solos nos dejan con la pregunta de cómo seguirán, de qué vivirán, dónde. Como ha quedado la humanidad toda preguntándose cómo fue posible y cómo seguir.

Scarlett Johansson seduce con esa mamá que se opone al nazismo pero lo oculta ante su hijo para no ponerlo en peligro. Taika Waititi (né Cohen) dirige el film y protagoniza al Hitler amigo imaginario con frescura y desenfado. Todos los actores colaboran en dar la imagen de parodia sazonada con el sobreentendido de que “hacemos como que no es pero fue así”.

No hay ninguna imagen morbosa, nada del horror que podría haberse desplegado y sin embargo es todo claro y obvio y agradecemos que nos lo cuenten confiando en nuestra capacidad de comprensión y conocimiento.

Un último comentario sobre la identidad de Taika Waititi (né Cohen), hijo de padre judío y madre neozelandesa, que tomó los personajes de la novela de Leunens y los recreó. Parece que la novela tiene un tono trágico centrado en la relación entre Jojo y Elsa, el niño nazi fanático y la jovencita judía escondida y los sigue a lo largo de los años. La película toma a los personajes pero se ubica en los últimos momentos del nazismo, cuando todas las supuestas verdades se derrumban y Jojo y el pueblo alemán deben confrontarse con las mentiras.

Waititi creó un film en el que algunas de las verdades más duras del nazismo se dicen con amabilidad y frescura y, básicamente, con la confianza de que los espectadores entenderán perfectamente de qué se trata.

martes, 21 de enero de 2020

PGM: Crítica cinematográfica a "1917"

Crítica a ‘1917’: Senderos de Gloria Técnica

Sam Mendes dirige este drama visualmente extravagante sobre jóvenes soldados británicos en una peligrosa misión en la Primera Guerra Mundial.



George MacKay interpreta a una lanza corporal en "1917", dirigida por Sam Mendes. Crédito ... Francois Duhamel / Universal Pictures

Por Manohla Dargis || The New York Times


El 28 de junio de 1914, un joven nacionalista serbio asesinó al presunto heredero del trono austrohúngaro, comenzando así la Primera Guerra Mundial. De todos modos, esa es la forma familiar en que los orígenes de esta guerra se han convertido en una historia, incluso si los historiadores están de acuerdo en que la génesis del conflicto es mucho más complicada. Sin embargo, ninguna de esas complicaciones y casi ninguna historia la han convertido en "1917", una imagen de guerra cuidadosamente organizada y desinfectada de Sam Mendes que convierte uno de los episodios más catastróficos de los tiempos modernos en un ejercicio para mejorar el espectáculo.

La historia es simple. Se abre el 6 de abril de 1917, con Lance Corporal Blake (Dean-Charles Chapman) y Lance Corporal Schofield (George MacKay), soldados británicos estacionados en Francia, que reciben nuevas órdenes. Deben entregar un mensaje a las tropas en la línea del frente que están preparando un asalto a los alemanes, que se han retirado. (Casualmente o no, el 6 de abril es la fecha en que Estados Unidos entró formalmente en la guerra). Sin embargo, el comando británico cree que la retirada alemana es una trampa, un caballo de Troya operativo. Los dos mensajeros deben llevar el despacho ordenando a las tropas británicas que se retiren, salvando así innumerables vidas.

Es la configuración habitual de la película de acción: una misión, probabilidades extraordinarias, héroes confeccionados, pero con trincheras, alambre de púas y una amenaza en gran medida sin rostro. Blake salta sobre la tarea porque su hermano está entre las tropas que preparan el asalto. Schofield toma órdenes con más reticencia, ya que ha sobrevivido a la Batalla del Somme, con sus más de un millón de bajas. La modesta diferencia de actitud entre los mensajeros se desvanecerá, presumiblemente porque cualquier crítica real, incluido cualquier escepticismo sobre esta o cualquier guerra, podría impedir el abrazo del individualismo heroico de la película por el bien común, que aquí se traduce en gran medida como una vaga lucha y sacrificio nacional.

Lo que complica la película es que se ha creado para que parezca que se hizo con una sola toma continua. Al servicio de esta ilusión, la edición se ha oscurecido, aunque hay casos, una transición abrupta al negro, una erupción de polvo espeso, donde las costuras casi se muestran. En todo momento, la cámara permanece fluida, su punto de vista no está fijo. A veces, te muestra lo que ven Blake y Schofield, aunque a veces se mueve como otro personaje. Como un miembro de la unidad silencioso pero agresivamente inquieto, se apresura antes o al costado o detrás de los mensajeros mientras atraviesan las trincheras y cruzan la tierra de nadie, la extensión de pesadilla entre los frentes.

La idea detrás del trabajo de cámara parece ser acercar a los espectadores a la acción, para que puedas compartir lo que Blake y Schofield soportan en cada paso del camino. Sin embargo, en su mayoría, la ilusión de la fluidez desvía la atención de los mensajeros, que apenas están esbozados, y hacia la cinematografía de Roger Deakins y, por extensión, el cine de Mendes. Ya sea que la cámara esté respirando figurativamente por los cuellos de Blake y Schofield o retrocediendo para mostrarlos arrastrándose dentro de un cráter lleno de agua tan grande como una piscina, siempre eres muy consciente de los obstáculos técnicos involucrados en llevar a los personajes de aquí para allá, de esta trinchera a ese cráter.

En otra película, tal autorreflexividad demostrativa podría haberse desplegado con efecto productivo; aquí, se registra como grandioso. Es una lástima y es frustrante, porque los dos protagonistas son una compañía atractiva: el Chapman de cara redonda aporta un encanto suelto y afable a su papel, mientras que MacKay, un actor talentoso con ángulos agudos, ofrece principalmente intensidad reactiva. Esta falta de matices puede atribuirse a Mendes, que en todo momento parece estar mucho más interesado en la maquinaria de la película que en los costos humanos de la guerra o los temas que lo acompañan (sacrificio, patriotismo, etc.) que se ven como pequeñas volutas de vapor del motor.



La ausencia de historia asegura que "1917" siga siendo una simulación de guerra aceptable, del tipo en el que cada botón de cada uniforme ha sido recreado diligentemente, y ninguna herida, ninguna extremidad arrancada, es lo suficientemente espantosa como para horrorizar realmente a la audiencia. Aquí, todo se ve auténtico pero bien cuidado, ordenado, sano, estéril. Salvo por una rápida aparición de Andrew Scott, como un oficial cuyos ojos excesivamente brillantes y afecto ictericio sugieren que ha pasado demasiado tiempo en las trincheras, nada hace gestos de locura. Peor aún, cuanto más dura esta increíble carrera, más se parece a una carrera de obstáculos a modo de una aventura al estilo de Indiana Jones, completa con un espectacular accidente aéreo y un sprint en el campo de batalla.

Mendes, quien escribió el guión con Krysty Wilson-Cairns, ha incluido una nota de dedicación a su abuelo, Alfred H. Mendes, quien sirvió en la Primera Guerra Mundial. Es el momento más personal de una película que, más allá de sus virtudes técnicas, es intrigante solo por el momento actual de Gran Bretaña. Ciertamente, la abrupta retirada del país de la Unión Europea contrasta notablemente con la camaradería en pantalla. Y aunque el presupuesto probablemente explica por qué la mayoría de los oficiales superiores que aparecen brevemente son interpretados por actores de renombre: Colin Firth, Mark Strong, Benedict Cumberbatch, su elenco también agrega una filigrana claramente real a la mezcla aparentemente democrática.